Línea Editorial


Que nadie busque aquí un mínimo indicio de objetividad; sinceramente, no lo hay. En este blog se reflexiona sobre la obra del artista David Bowie, metáfora del cambio inacabado. He aquí, por tanto, una excepcional fusión de arte, pensamiento y esquizofrenia.

domingo, 5 de abril de 2015

Anatomía de un cóver supremo

Han sido pocas. Con los dedos de la mano se podrían contar y aún nos quedaría mano. Las versiones que superan (o casi lo hacen) al original escasean en la historia de la música rock porque, al fin y al cabo, ganarle la partida a un clásico con sus mismas armas es, como mínimo, ruin, pretencioso y muy cómodo.

Kurt Cobain fallecía tal día como hoy, 5 de abril, de 1994.
Podríamos acusar a Cobain y compañía de sacrilegio, de pequeños plagiadores de tres al cuarto que, aprovechando un clásico como el de Bowie, se embolsaron una buena cantidad de pasta para regocijo de unos y otros. Sin embargo, en este caso la cosa no está tan clara. Vayamos por partes.

Bowie publicó The man who sold the world en 1970.

Nirvana grababa el MTV Unplugged in New York a mediados de noviembre de 1993. Su líder ya hacía tiempo que, por decirlo de una forma distinta, había entrado en trance. Sumido en la vorágine del éxito, tan añorado durante su adolescencia y tan detestado en los últimos meses de su vida, el de Aberdeen abordaba el clásico de Bowie sin ánimo de manufacturar una mera copia. Le da la vuelta a la canción para devolverla al mismo sitio, pero en su voz no suena como en la de Bowie, y sin embargo cautiva tanto o más.

Kurt Cobain durante la grabación del MTV Unplugged in New York (1993).

En segundo lugar, queda claro que el afán económico no fue la prioridad, se supone de la banda. Y se supone también que la discográfica, el autor y demás acólitos del mainstrem de mitad de los noventa se estarían frotando las manos con los lamentos del último Cobain vía Bowie. Los acontecimientos posteriores, con suicidio incluido, reflejan que entre las intenciones del trío no estaba la de forrarse con el posible y potencial single.

Kurt Cobain vs David Bowie.
En definitiva, cuando se solapan dos de los nombres generacionales más importantes del pasado siglo XX el resultado, inevitablemente, le da una nueva dimensión al adjetivo imprevisible.


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