Línea Editorial


Que nadie busque aquí un mínimo indicio de objetividad; sinceramente, no lo hay. En este blog se reflexiona sobre la obra del artista David Bowie, metáfora del cambio inacabado. He aquí, por tanto, una excepcional fusión de arte, pensamiento y esquizofrenia.

martes, 6 de enero de 2015

David, Elvis y la prima Kristine

Hoy hace precisamente un año que Life Elsewhere, programa de radio dirigido por Norman B. en la WMNF de Tampa, dedicaba un tributo al tándem Bowie-Presley. Con motivo de su octavo aniversario, varios críticos repasaron ambas trayectorias musicales, tan plagadas de altibajos como de momentos cumbre. 


Dice Christopher Sandford que cuando el rock and roll irrumpió en Inglaterra en 1956 la moda entró de lleno en casa de David. "Se sintió subyugado, aunque ni siquiera esta palabra alcanza a describir un proceso que tuvo algo de reencarnación". El crítico rememora una entrevista de 1972 en la que Bowie hacía mención de "Hound Dog" y del efecto que provocó en una de sus primas: "Nunca la había visto ponerse de pie y emocionarse tanto con nada. La fuerza de aquella música me impresionó de verdad. Empecé a comprar discos de inmediato. Al día siguiente mi madre me compró 'Blueberry Hill', de Fats Domino". Lo cierto es que este blues fue escrito por Jerry Leiber y Mike Stoller y grabado por la mítica 'Big Mama' Thorton en 1952. Atentos al ilustre duelo de armónicas.

 
No obstante, la versión más famosa la interpretó el 'Rey' y data de 1956. En definitiva, el primer Bowie, aquel preadolescente en pleno descubrimiento musical, vivía con intensidad todo lo que se estaba gestando a ambos lados del Atlántico, con el blues y el rock como caminos por los que se veía destinado a transitar. 


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